En la noche del 24 al 25 de noviembre de 1943, una patrulla fascista irrumpió en la casa de hacienda de la familia Cervi (pronunciación: Chervi) en Gattatico, en la provincia de Reggio Emilia, en Italia, y capturó al jefe de la familia Alcide (1875-1970) y a sus siete varones: Gelindo, Antenore, Aldo, Ferdinando, Agostino, Ovidio y Ettore.
La familia
ya estaba activa en la lucha antifascista, incluso antes del establecimiento
del régimen, y luego en la Resistenza contra la ocupación
nazi y el estado títere de la república fascista,
hasta formar con otros compañeros un escuadrón partisano,
que había conseguido muchas victorias militares y políticas,
como la famosa fiesta de la pasta anti-fascista el 26 de julio
de 1943, para celebrar la caída, desafortunadamente provisional,
del régimen fascista.
Después de la detención, los ocho Cervi, junto con
otros presos, fueron llevados a la cárcel "dei Servi" de Reggio Emilia,
y el 28 de diciembre, los siete hermanos, junto con otro prisionero,
Quarto
Camurri,
fueron llevados al polígono de tiro de Reggio Emilia
y ejecutados.
Su padre se quedó en la cárcel y se enteró
solo mucho más tarde de la muerte de sus hijos, cuando
logró escaparse aprovechando de un bombardeo aliado.
Años más tarde, Alcide Cervi así describió
esos días en la cárcel de Reggio Emilia:
"Cuando
lo supe, sentí un profundo remordimiento, no había
comprendido nada, nada, y los había saludado con la mano,
por última vez, esperanzado, que se iban a juicio y le
habrían podido con los fascistas, eran tan despiertos y
llenos de estratagemas. En lugar de eso, se iban a morir. Ellos
lo sabían, pero querían dejarme la ilusión,
y me saludaron sonriendo, y con esa sonrisa me dieron su último
adiós. Hijos, ¿por qué tuviste piedad de
mi vejez, por qué no me dijiste que les iban a fusilar?
Habría gritado contra los fascistas, como siempre lo hice,
y tal vez no estarías muertos. Ahora que me han dicho todo,
y sus compañeros de prisión me refirieron sus frases,
mi remordimiento es grande.
Cuando la guardia fascista nos dijo "Se vayan a dormir, es
para mañana", usted Gelindo respondió: "¿Por
qué irnos a dormir, hemos dormido tanto y ahora vamos hacia
el sueño eterno".
Pero yo no oí su frase, de lo contrario lo habría
entendido. Y cuando tú, Ettore, el más joven y el
más querido, dejaste tu pulóver blanco a Codeluppi,
le pregunté: "¿Por qué lo dejas? En
Parma hará frío", y sonreíste sin contestarme.
Pero ahora sé que dijiste a Codeluppi, "¿Por
qué dejarlo acribillar? Es nuevo, guárdalo para
tu hijo, al menos será bueno para algo".
¿Por qué hiciste así mis hijos? ¿Soy
culpable si siempre creí en vosotros, que nadie hubiera
prevalecido sobre vosotros? ¿No fue siempre así
cuando estuvimos juntos y regresaste vencedores de los juicios,
de las cárceles, de las peleas con los fascistas, de los
ataques partisanos?
Pero a la muerte, a la muerte nunca había pensado. Bien
merecido es mi remordimiento, yo altanero, había pensado
que fuerais intocables por la muerte. Y aunque en la cárcel
dije que pudierais haberse muertos, mi sangre no lo creía
y se rebelaba. Pero los padres y las madres son así, ahora
lo comprendo. Ellos piensan que morirán, que el mundo entero
morirá, pero sus hijos nunca los dejarán, ni siquiera
después de su muerte, y siempre seguirán bromeando
con sus hijos que han criado durante tantos años, y la
muerte es una extraña. ¿Qué sabe la muerte
de nuestros sacrificios, de los besos que me diste aun cuando
erais grandes, de las noches que pasé en vela cerca de
vuestras camas? Siete niños, se llevan toda tu vida. ¿Y
tú, Gelindo, que siempre estabas listo para responder,
ya no me conoces y no me respondes? Y tú, Ettore, que en
la hierba alta, solías decir: "¡Ya no estoy
aquí!". Ahora la hierba alta te cubrió todo,
y ya no estás aquí. Y tú, Aldo, tú
tan fuerte y más astuto que la vida, ¿has sido derrotado
por la muerte?
Maldita la piedad y maldito quién del cielo cerró
mis oídos y nubló mis ojos, de modo que no entendí
y permanecí vivo en lugar de ustedes. Nada de vuestros
últimos momentos ya conocemos, ni una frase, ni una mirada,
ni un pensamiento. Erais los siete juntos, incluso antes de morir,
y sé que os abrazasteis y besasteis, y Gelindo gritó
antes de los disparos: "¡Nos matáis, pero nunca
moriremos!".
Desde: Alcide
Cervi. I miei sette figli. (editor Renato Nicolai) - Istituto
Fratelli Cervi
- Patria Indipendente (Jornal de la ANPI
- Associazione Nazionale Partigiani d'Italia).
Gelindo (7 de agosto de 1901); Antenore (30 de marzo de 1904); Aldo (9 de febrero de 1909); Ferdinando (19 de abril de 1911); Agostino (11 de enero de 1916); Ovidio (18 de marzo de 1918) ed Ettore (2 de junio de 1921). La madre Genoeffa Cocconi (1876-14 noviembre 1944).
Desde: Amedeo TAGLIACOZZO (1980) artículo "Cervi". En : Dizionario Biografico degli Italiani , Volume 24 enlace