Desde
muchisimas primaveras pasa un acontecimiento criminal, desde siempre
tolerado por los gobiernos comunistas de las décadas pasadas:
la inmigración ilegal de las golondrinas.
Estos aves vienen de África en migraciones masivas, son
negras, se alimentan con comidas extrañas, hablan una lengua
incomprensible y rechazan integrarse con los autóctonos,
y prefieren vivir en sórdidos estudios situados debajo
de los techos de las casas de los ciudadanos honestos, amenazando
aún de irrumpir adentro. Además rompen el sueño
de los italianos levantandose al amanecer y dedicandose a desenfrenados
torbellinos acompañados por gritos desgarradores, indicio
probable de ingestión de substancia estupefaciente o de
alcohol. No podemos además olvidar el daño ocasionado
sutraendo comida y trabajo a los insectívoros del país,
en primer lugar a los murciélagos, discriminados en virtud
de un odioso prejuicio de memoria partisana contra las simpáticos
animaluchos que tienen la única culpa de vivir colgados
con la cabeza hacia abajo.
Pero desde este año, gracias a la ley Bossi-Fini, finalmente
se podrà poner fin a esta vergüenza: patrullas especiales
de policía móvil se ocuparan de arrestar a estos
inmigrantes ilegales en el rompiente de nuestros cielos, rechazándolos
hacia sus países donde, eventualmente, podran ser ayudados.