"El jefe del gobierno
se manchó varias veces durante su carrera de delitos que,
en presencia de un pueblo honesto, le habrían merecido
la condena, la vergüenza y la privación de toda autoridad
de gobierno. ¿El pueblo toleró e incluso aplaudió
estos crímenes? Una parte por insensibilidad moral, una
parte por astucia, una parte por interés y beneficio personal.
La mayoría se daba naturalmente cuenta de sus actividades
criminales, pero prefería dar su voto a lo más fuerte
más bien que al justo.
Desafortunadamente el pueblo italiano, si debe elegir entre el
deber y el interés, incluso al conocer lo que sería
su deber, siempre elige el interés. Pues un hombre mediocre,
grosero, con elocuencia vulgar pero de fácil efecto, es
un perfecto ejemplo de sus contemporáneos. En un pueblo
honesto, habría sido a lo sumo el líder de un partido
de modesto consenso, un personaje un poco ridículo por
sus maneras, sus aptitudes, sus delirios de grandeza, insultante
por el sentido común de la gente por su estilo enfático
y impúdico. En Italia llegó a ser el jefe del gobierno.
Y es difícil encontrar un más completo ejemplo italiano.
Admirador de la fuerza, venal, corruptible y corrompido, católico
sin creer en Dios, presuntuoso, vanidoso, falsamente afable, buen
padre de familia pero con varias amantes, se sirve de los que
desprecia, se rodea de deshonestos, de mentirosos, de ineptos,
de aprovechados; siendo un hábil mimo, hace efecto sobre
un público vulgar, pero, como cada mimo, carece de su propio
carácter, se imagina siempre de ser el personaje que quiere
representar."