Se les considera el mayor
avance suelto en la historia de la medicina, responsables de salvar
más vidas que todas las demás medidas de salud pública
combinadas. Y, sin embargo, sorprendentemente, las vacunas también
son víctimas de las campañas de desinformación
y de las teorías de conspiración más exitosas
de la historia moderna, lo que resulta en innumerables fallecimientos
prevenibles. La negación de la vacuna es incontrolada,
ha sido así desde el principio. Ahora vamos a ver la historia
de la negación de las vacunas, cuándo y cómo
comenzó, por qué persiste hoy, y quizás lo
más importante, cómo podemos esperar de manera realista
que ayudemos a los negadores a aceptar esta protección
crucial.
La historia de la vacunación está muy estrechamente
ligada a la historia de la viruela, una de las enfermedades más
letales que nunca haya asolado a la especie humana. Ya en el siglo
X, los chinos descubrieron que pulverizar las costras de la viruela
de un mes y administrar el polvo por vía nasal producía
un caso leve de la enfermedad, pero las personas siempre se reponían
y se mantenían inmunes. Esto se llamaba variolización,
y las variaciones en el procedimiento se extendieron por la Europa
durante siglos, con mucho éxito. Fue el inglés Edward
Jenner quien, en 1796, desarrolló la primera vacuna segura
y efectiva contra la viruela utilizando la viruela bovina. Él
acuñó el término vacunación, ya que
"vacca" es la palabra latina que quiere decir
vaca.
Mientras el uso de la vacuna se difundía rápidamente,
su desarrollo se veía como una cuestión de orgullo
nacional. Sin embargo, el sentimiento anti-vacuna surgió
casi de inmediato. Hubo objeciones religiosas porque, ya que provenía
de un animal, la vacuna se consideraba "impura". Hubo
objeciones basadas en el desacuerdo sobre la causa de la viruela.
Pero sobre todo, a medida que las leyes de vacunación obligatoria
comenzaron a aparecer en toda Europa, muchos protestaron por el
hecho de que se trataba de una violación de su libertad
personal. Durante el siglo XIX, en todo el mundo aparecieron ligas
contra la vacunación y, en respuesta, los gobiernos introdujeron
exenciones de conciencia y religiosas a la vacunación obligatoria.
Pero la batalla todavía se propagaba rápidamente:
en 1905, el pleito de Jacobson contra Massachusetts llegó
hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, en la cual el tribunal
afirmó el derecho del estado a obligar a Jacobson a ser
vacunado por el bien común.
Aunque pasaron unos 80 años desde la victoria de Jenner
contra la viruela antes de que se desarrollara la próxima
vacuna, a fines del siglo XX se había vencido una asombrosa
lista de enfermedades que habían matado a innumerables
millones de personas: cólera, difteria, rabia, rubéola,
carbunco, peste, tuberculosis, poliomielitis, fiebre tifoidea,
fiebre amarilla, tos ferina, sarampión, gripe, meningitis,
hepatitis, tétanos, encefalitis, varicela.
Estos triunfos no fueron sin sacrificio. Hubo errores de los cuales
tuvimos que aprender por las malas. En 1948, 68 niños en
Kyoto murieron a causa de una vacuna contra la difteria que había
sido producida incorrectamente. En 1955, dos años después
de que Jonas Salk se convirtiera en un superhéroe mundial
por su desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis, 200 niños
cogieron la enfermedad por un lote de la vacuna que contenía
la versión equivocada del virus, y cinco de ellos murieron.
A pesar de ser empequeñecidos por las innumerables vidas
salvadas, estos desastres continuaron atizando el escepticismo
y el miedo a las vacunas.
En los Estados Unidos, durante el Temor rojo que siguió
a la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounidenses estaban sospechosos
de las grandes iniciativas de salud pública porque olían
un poco a socialismo. Tales iniciativas incluían la vacunación
obligatoria y la fluoración del agua, un temor satirizado
en la película Dr. Strangelove (¿Teléfono
rojo?, volamos hacia Moscú). Esto dio un nuevo
impulso a la negación de la vacuna basada en el temor a
la extralimitación gubernamental y a la pérdida
de la posibilidad de elección personal.
Pero fue el infame artículo de Andrew Wakefield de 1998
que encontró "enfermedad gastrointestinal y regresión
del desarrollo en un grupo de niños previamente normales"
causado por la vacuna MMR (measles, mumps, rubella, es decir sarampión,
paperas, rubéola). El artículo fue pronto retirado,
pero no antes de que un medio de comunicación crédulo
le prestara una atención masiva, proporcionando a los negadores
de vacunas todo lo que necesitaban para sostener que las vacunas
son inaceptablemente peligrosas. Pronto también se reveló
que Wakefield había fabricado todo el estudio y que su
motivación había sido promover los intereses de
sus propias vacunas contra una sola enfermedad que estaba desarrollando.
Por esto sabemos que Wakefield es, incluso hoy, conscientemente
engañoso en su promoción de la oposición
a las vacunas. Wakefield fue correctamente despojado de su habilitación
médica, pero desde entonces ha ganado decenas de millones
de dólares escribiendo libros, apareciendo en medios de
comunicación y cobrando honorarios por hablar para trompear
los peligros de las vacunas.
Su activismo ha sido un poderoso impulsor por la propagación
de la negación de las vacunas en la cultura pop de tendencia,
que durante gran parte de los últimos 20 años se
ha convertido, casi increíblemente, en una afirmación
de moda. Una de las razones por las que las celebridades de Hollywood
ostentan con orgullo cosas como las marcas amoratadas en las espaldas
de la ventosaterapia es que todo lo que es holístico es
de tendencia. Es la manifestación básica del moderno
movimiento esotérico occidental: rechazar lo moderno, lo
tecnológico, lo científico y abrazar lo natural,
lo holístico, lo metafísico. Una declaración
fuerte y clara señalando como virtud los cardenales de
la ventosaterapia es lo mismo que ser visto comprando en Whole
Foods. La negación de las vacuna cae muy esmeradamente
en este movimiento, por lo que ahora no es infrecuente que las
celebridades se jacten de su rechazo de vacunas basado en el holístico.
Todo esto ha sido recogido por Oprah Winfrey. A partir de 2007,
Oprah convirtió su programa de televisión ultra
popular en una plataforma para la famosa activista anti-vacuna
Jenny McCarthy, tal como Winfrey siguió haciendo durante
los últimos tres años para ese otro famoso oponente
de la medicina basada en la ciencia, el Dr. Oz. Fue esta asociación
de Winfrey y McCarthy la que impulsó a Andrew Wakefield
a obtener el estatus de superestrella, donde ha permanecido desde
entonces, ahora es un productor de películas y, según
se informa, sale con la top-model Elle Macpherson.
La negación de la vacuna se ha convertido en algo tan importante
que una de las primeras acciones tomadas por Donald Trump durante
su transición presidencial de 2017 fue reunirse con el
destacado activista contra la vacuna Robert F. Kennedy Jr. para
establecer un grupo de trabajo para promover la agenda de Kennedy,
lo que afortunadamente parece que nunca se haya materializado.
Todo esto nos lleva a la parte más importante de nuestra
discusión: Cómo ayudar a los negadores de vacunas
a alejarse de la negación. Es un problema similar a la
persuasión de los negadores del calentamiento global o
de los conspiracionistas del 11 septiembre, ambas son posiciones
que desdeñan descaradamente los hechos fácilmente
verificables. Nuestras posiciones sobre asuntos tan polarizantes
como estos se basan en nuestros sistemas de valores, más
bien que en análisis objetivos de datos. Entonces, para
llegar a alguien con un argumento que pueda probablemente aceptar,
debemos basar ese argumento en los valores que tiene, no en los
datos que ya rechazó. Esta es una rama de la sociología
llamada teoría de los fundamentos morales, y ententa explicar
cómo y por qué personas buenas e inteligentes se
aferran a opiniones y creencias que pueden diferir enormemente
de una persona a otra.
Vamos a ilustrar esto con un ejemplo familiar. Los valores sostenidos
por muchos negadores del calentamiento global son el patriotismo
y la fuerza económica. Por lo tanto, los argumentos a favor
del calentamiento global con posibilidad de ser aceptados incluyen
ser un imperativo patriótico que la nación se convierta
en un líder mundial en energías renovables de próxima
generación, y que las energías renovables sean un
sector económico de rápido crecimiento y altamente
rentable, mientras que las industrias del siglo XIX, como el carbón,
estan justamente exhalando su último aliento. Mientras
que, si se ententara acercarse a un negador del calentamiento
global con datos climáticos o imperativos morales, le echaría
de la habitación tomándolo a broma.
Un estudio de 2017 publicado en el jornal Human Behavior del grupo
Nature, analizó este asunto desde la perspectiva de los
valores de los negadores de vacunas. Como probablemente se puede
comprender de nuestra discusión hasta ahora, este estudio
descubrió que hay dos valores básicos sobre los
cuales se basa la negación de la vacuna: primero, el valor
de la pureza, una especie de idea holística según
la cual las vacunas son un peligroso remedio farmacéutico
que envenena el cuerpo; y segundo, el valor de la libertad, según
el cual el gobierno no debería imponer cómo criar
a nuestros hijos o qué poner en sus cuerpos.
A pesar de que a menudo escuchamos los argumentos contra las vacunas
que Wakefield promueve, como el riesgo de autismo, los daños
por vacunas, los ingredientes venenosos y aterradores en las vacunas,
y afirmaciones sobre el no estar probados, resulta que estas son
racionalizaciones y no los valores fundamentales que estan a la
base de la negación. La mayor parte de la retórica
pro-vacuna ha sido dirigida a estas afirmaciones, y no ha logrado
convencer. La razón es que es el argumento equivocado y
compromete a un asunto de que al negador en realidad no le importa
mucho. Ellos realmente no saben ni se preocupan por las tasas
reales de lesiones por vacunas; es solo una racionalización
que utilizan para justificar su negación, que en realidad
se basa en los valores subyacentes de pureza y libertad.
Si le parece improbable que las preocupaciones declaradas de quienes
niegan las vacunas no sean las que más les interesan, aquí
hay algunas pruebas más interesantes que lo respaldan.
Se han publicado varios artículos en los últimos
años con el hallazgo de que la oposición a las vacunas
se correlaciona con un menor conocimiento sobre ellas. Cuanto
más fuerte sea el grito de un manifestante contra la vacuna,
tanto más probable es que su nivel de conocimiento sea
mínimo. Un artículo de 2018 en Social Science
& Medicine encontró que esto podría atribuirse
en gran medida al efecto Dunning-Kruger, lo que significa que
su propio bajo nivel de conocimiento era suficiente para ellos,
y no sabían o no les importaba que otras personas pudieran
saber más. Los autores argumentaron que la política
para lidiar con el sentimiento anti-vacuna debería guiarse
por este hecho, y que los argumentos basados en hechos probablemente
no serían efectivos.
Si desea ser persuasivo, formule un argumento basado en los valores
que la persona acepta y que forman el verdadero núcleo
de su oposición a las vacunas. Necesitamos argumentos a
favor de la vacuna basados en la pureza del cuerpo y en la libertad.
Afortunadamente, estos argumentos son relativamente fáciles
de construir y son buenos.
Argumento
Pro-Vacuna # 1: Pureza
La vacunación
prepara un cuerpo para combatir a un agente de la enfermedad usando
nada más que su propio sistema inmunológico natural.
En caso de que un niño esté expuesto a una enfermedad,
estará naturalmente protegido, sin necesitar medicamentos
y no correrá el riesgo de contraer la enfermedad y de ser
tratado con químicos farmacéuticos.
Argumento
Pro-Vacuna # 2: Libertad
La vacunación
es un acto enfático de protección de la propia salud
y para eliminar la posible dependencia de un sistema de salud
defectuoso y corrupto. Ninguna burocracia puede protegerle, mejor
que su propio sistema inmunitario preparado al máximo.
No pretendo que este guión esté enmarcado o presentado
de manera ideal, pero transmite la idea general. Si tomamos el
ejemplo de un padre indeciso, que podría estar en conflicto
porque sostiene firmemente los valores de pureza y libertad, pero
está preocupado por las estadísticas de los niños
no vacunados hospitalizados con una enfermedad prevenible, es
fácil ver que él podría aceptar estos argumentos
con un enorme suspiro de alivio. Porque, en esencia, es cierto
que la vacunación es un acto de protección de la
pureza del cuerpo y que maximiza su potencial para mantener la
libertad contra un cuidado de salud opresivo.
Y así, una posible solución a la crisis de salud
pública provocada por la denegación de la vacuna
no reside en el estudio de la historia de dicha negación,
sino en el estudio de nosotros mismos y de cómo pensamos.
Claramente, ninguna solución única resolverá
el problema en su totalidad, pero el empleo de la teoría
de los fundamentos morales nos brinda al menos una herramienta
más para diseñar argumentos eficaces. Poco a poco,
el escepticismo y el pensamiento crítico pueden hacer del
mundo un lugar más seguro y sano.