En precedentes obras
hemos denunciado la discriminación especista contra el
ganado, dirigida para negar las evidencias que son de conocimiento
común, como la habilidad del ganado de volar, de nadar, de vivir en cuevas y su origen extraterrestre. Era entonces previsible
la descarada negación de la habilidad del ganado de hablar,
aunque esta habilidad se atribuya a los mulos ("Palabra de
mulo", foto
1),
a grillos, gatos y zorros (Pinocho) y a patos y ratones (Walt
Disney), pero nunca a los simpáticos, inteligentes y sobretodo
loquaces rumiantes, con la única excepción de la
famosa Clarabella de Disney (foto 2),
por otra parte demasiado integrada en la sociedad humana y nada
menos empeñada en un extraño flirteo
con un caballo (foto
3).
De todas formas la capacidad de los bóvidos de hablar es
bien conocida desde la edad romana: Tito Livio, en su Historia
de Roma (III, 10) cuenta que en 461 adC pasaron varios prodigios,
como una lluvia de carne y una vaca que habló, un acontecimiento
que sucedió también el año anterior, sin
ser creído verdadero
(Bouem locutam,
cui rei priore anno fides non fuerat, creditum), y más
allá
(XLIII, 13)
cuenta que en Anagni (hoy en la provincia de Frosinone, 80 km
de Roma) ocurrieron dos otros prodigios: una antorcha apareció
en el cielo y otra vez
una vaca había
hablado (Anagnia duo prodigia
eo anno sunt nuntiata, facem in caelo conspectam et bouem feminam
locutam).
También Plutarco (Marcelo, 28), cuenta que en 208
adC un buey había hablado como un hombre.
La importancia de las declaraciones del ganado es confirmada por
Plinio el Viejo, que cuenta que cuando un bovino hablaba, el Senado
era convocado al aire libre, como en cada otro acontecimiento
excepcional
(Historia
Natural, VIII, 70: 183).
Los autores antiguos citados hasta aquí no refieren el
tema de las aserciones de los vacunos, excepto Varrón
que en cambio
(De Re Rustica,
II, 5, 5), cuenta que un buey habló en favor de un candidato
a la elección a pretor, Pláucio, contra su rival
Írio; el hecho que de esto fue discutido en el Senado es
una prueba de la importancia dada a ese apoyo electoral vacuno.
La ingenuidad de los antiguos consideraba como un prodigio una
exhibición oratoria de parte de un vacuno, mientras que
la verdadera singularidad era que el ganado se había dejado
coger desprevenido por los humanos durante una conversación
o se había dejado escapar unas frases, probablemente bajo
efecto de la emoción. Ambos acontecimientos contados por Tito Livio se refieren a vacas que,
como es notorio, son más loquaces que los toros.
Parece por otra parte que el gran Marco Tulio Cicerón se
ocultara para espiar los vacunos para tomar la inspiración
en su oratoria, y así componer sus renombradas arengas,
mientras que otros autores piensan que él mismo era un
bovino, y esto podría explicar su brillante elocuencia.
Un otro gran poeta, Giuseppe Gioachino Belli (1791-1863), nos
explica la razón de la opresión maquinada por los
hombres contra la locuacidad animal: "El hombre quitó
la palabra a los animales / Para hablar solo y tener siempre razón"
(Los animales del paraíso terrenal, 19 diciembre 1834).
En la etimología
de los nombres de las razas de ganado es claro cuales sean los
animales mas loquaces, por ejemplo las muy difundidas razas Jersey
y Guernsey en el pasado fueron nombradas "Jersay" y
"Guernsay", incluyendo la palabra "say",
que como es sabido en inglés significa "decir".
En alemán el verbo "hablar" se dice "reden",
y se deriva obviamente de "rinden", o sea "ganado",
y esto caracteriza a la especie Bos taurus como la especie
hablante por excelencia. La bien conocida raza de carne Charolesa toma su nombre de una verborrea
excesiva, tal que su compañía no es grata por el
otro ganado, aunque unas connacionales la creen divertida (foto 4). Las vacas Chianinas deben
su nombre al hábito de hablar en voz baja (en italiano:
"pianino") y a menudo a espaldas de las compañeras
(foto
5),
las vacas que pastan en áreas de montaña, al contrario,
suelen hablar en voz alta para sobresalir al sonido de los cencerros
(foto
6).
El obtuso escepticismo de los simples sobre las conversaciones
del ganado es parcialmente apoyado por la natural timidez de los
dignos rumiantes, que también empuja la masa a no creer
al vuelo de los vacunos (vedi): en efecto es bien sabido que los bovinos,
además de no amar los exhibicionismos, tienen un carácter
muy reflexivo, y prefieren reflexionar bien (foto 7) antes de pronunciarse.
Desafortunadamente en el mundo vacuno se encuentran también
algunos malos hábitos, como la de hablar a solas, que ocurre
más a menudo a los animales que viven en áreas apartadas,
como la raza bovina Highland (foto 8).
Se documenta la habilidad del ganado para pronunciar todas las
vocales: la "a" (foto 9), la "e" (foto 10), la "i"
(foto
11),
la "o" (foto 12) y la "u" (foto 13), mientras que parece que
tengan dificultades con algunas consonantes, principalmente las
líquidas (l, r), mientras que pronuncian
bien las labiales (foto
14),
y obviamente las nasales, en particular la "m"
(foto 15).
La lengua vacuna o mejor, para evitar cualquier fácil ironía, el idioma de los bóvidos, parece ser el mismo en todo el mundo, aunque sea difícil realizar estudios filológicos, puesto que los prolijos rumiantes prefieren generalmente guardar el secreto sobre la estructura léxica de su idioma, hablandose al oído en voz baja, si bien es posible que este hábito sea debido a la vergüenza de demostrar sus inflexiones dialectales, por ejemplo en el caso de vacunos de raza Marchigiana (foto 16) o Chianina (foto 17).
Un hecho que no
es históricamente confiable, contrariamente a los otros
citados antes, es que el bien conocido poema de Giosué
Carducci "t'amo pio bove" (te quiero, oh manso
buey), no fue solo inspirado, si no directamente susurrado
al poeta por un buey maremmano, y por lo tanto el premio Nobel
de 1906, que tuvo que ser concedido a un bovino, en lugar fue
usurpado por el poeta toscano, sea como sea grande.
Aquí está por fin una sugerencia para los que deseen
coger conversaciones entre bóvidos: no se oculten para
observarlos en la hora de la comida, puesto que la educación
connatural de los rumiantes les impide de hablar con la boca llena
(foto
18).
Podemos entonces recordar que también los búfalos
de agua, parientes consanguíneos de los vacunos, saben
hablar (foto
19),
aún si por su timidez lo hacen principalmente por la noche
(foto
20).
Algunos autores asumen que también el escribir podría
ser una invención de los bóvidos, más adelante
usurpada por los seres humanos: es fácil recordar la antigua
escritura en bustrófedon (foto 21), con curso en sentido alternado semejante
a lo de un buey que tira el arado en el campo. Esta manera de
escribir seguramente habría podido ser inventado apenas
por un buey, cansado y aburrido por el ir y venir de todo el día
sobre el campo, sin tener ni siquiera la oportunidad de leer algo
durante el duro trabajo, ni tampoco de solucionar crucigramas,
pasatiempo preferido por los vacunos (foto 22).
La peculiar estructura de la pezuña hendida (foto 23) parece creada por la naturaleza
para sostener una pluma, en lugar es perjudicada seriamente en
la videoescritura, por las dimensiones reducidas de las teclas
del ordenador (foto
24),
y ésta es probablemente una más invención
de los poderosos humanos para obstaculizar la libre expresión
de la creatividad de los bóvidos.
En conclusión,
como otro testimonio en loquacidad del ganado, divulgamos un chiste,
seguramente referido a un acontecimiento verdadero: (desde
http://www.ahajokes.com/farm020.html):
A un tío le pasa una avería en el coche en un
camino en la campaña. Cuando abre el capó para repararla,
desde el campo vecino se acerca una vaca que empeza mirar el motor,
y luego dice: "según mi opinión el problema
es el carburador".
Asustado, el tío se precipita buscar ayuda, hasta que encontra
el ganadero y le conta el hecho.
"¿Era una vaca roja grande con una mancha marrón
sobre el ojo derecho?" pregunta el ganador.
"¡Sí, sí,, era aquella!".
"¡Oh, no escuche a Bessie!" dijo el granjero "¡no
entiende nada de coches!".
Esperamos que este trabajo pueda abrir una ventana de luz en las tinieblas del obscurantismo escéptico, y que esto pueda abrir el camino por nuestras asombrosas revelaciones sobre la música bovina